lunes, 5 de marzo de 2018

El nacimiento del Imperio Global Posmoderno (IGP)

1933, incendio del Reichstag / 2011, destrucción de WTC
(...Continúa)
Tras la caída de Roma y su continuación en Bizancio hasta 1453, no tenemos propiamente un nuevo imperio. Solo la pérdida del poder de Bizancio podrá abrir el camino a nuevos imperios. Son los imperios modernos porque surgen en un nuevo tiempo. Mientras existió la sociedad estamental se hizo imposible el nacimiento de una nueva realidad imperial en Europa, pues la realidad imperial tiene su fundamento en un tipo de burocracia funcionarial que sostiene la patrimonialización del Imperio. Cuando surgen las ciudades y una nueva clase social en ellas es cuando puede nacer de nuevo la realidad imperial en Europa. España, Holanda y Gran Bretaña serán los jalones más representativos de este proceso. Estos imperios modernos, de forma progresiva, se van a constituir mediante estructuras económicas capitalistas que culminarán con el advenimiento de la Reforma como espíritu del capitalismo, según la feliz expresión de Weber.

La realidad imperial moderna europea será fragmentada en diversos imperios que pugnarán por la supremacía y que se irán sucediendo a lo largo de los cinco siglos que median entre el nacimiento de la modernidad y su transformación posmoderna. El culmen lo encontramos en el Imperio estadounidense en el siglo XX, que recoge todos los elementos de los imperios modernos y será el que dé asiento al Imperio Global Posmoderno actual. Como cabeza de la nueva Bestia, EE.UU representa todos los elementos de madurez de la modernidad[1] que dan paso a la posmodernidad y permiten hablar de una nueva realidad imperial, posmoderna y global. El primero de los elementos es el cultural. El posmodernismo, en arquitectura primero y en arte en general, supone un proceso de maduración crítica del modernismo, una cierta vuelta a la medida humana y un giro hacia la naturaleza. Antes incluso que las dos guerras mundiales, el posmodernismo ya avanzaba esta crítica que luego sería tematizada por el pensamiento crítico de la Escuela de Frankfurt y por la posmodernidad filosófica de raigambre francesa que se asienta en EE.UU como crítica literaria.

El segundo elemento de madurez será el proceso de secularización débil que podemos ver en EE.UU. Como bien lo han constatado Voas y Chaves (2016: 1548), el declive de la religión en Estados Unidos es constante desde comienzos del siglo XX, aunque mucho más lento que en el resto de países occidentales. Confirman Voas y Chaves un dato empírico irrebatible: las nuevas generaciones, de forma paulatina y progresiva, se van alejando de las prácticas religiosas. Esto vendría a rebatir la tesis del excepcionalismo americano, por el cual en EE.UU se viviría un proceso de desecularización. La diferencia, que podemos inferir, es que en EE.UU, por ser la cabeza del nuevo Imperio, se hace necesaria una experiencia religiosa que dé fundamento a la realidad imperial, de ahí que el proceso secularizador sea más lento, danto lugar a la aparición de una religión de sustitución. Esta sería la religión civil que tanta fuerza tiene en EE.UU y que tan bien ha estudiado Sánchez Bayón (2016). La religión civil americana es el sustento de la nueva realidad imperial, pero esta religión tiene las características propias de una religión de legitimación del poder.

El tercer elemento de madurez lo encontramos en la política. EE.UU es el país promotor de un tipo determinado de democracia que presupone la superación de las divisiones de clase que están en la base de la modernidad. Nosotros, el pueblo, es la expresión de esta democracia donde el sujeto político está constituido por una instancia no étnica ni cultural, sino nacional, en el sentido de todos los que han nacido sin estatus de sangre, es decir, los que no son nobles. Al contrario de lo que manifiesta Tocqueville en La democracia en América, la construcción de la democracia se hizo por oposición al estatus de la nobleza y como medio de asegurar el gobierno burgués, integrando en la ideología democrática a las clases sociales subalternas que eran necesarias para vencer al régimen británico. La madurez política estriba en que las diferencias de clase son ocultadas por la estructura política. La configuración de dos partidos mayoritarios y la elección por sistema mayoritario asegura a las élites imperiales el control de la política, pero con un discurso democrático. Nosotros, el pueblo, es el nuevo SPQR.

La madurez efectiva de la modernidad en EE.UU ha llevado al nacimiento de una posmodernidad global que impone las destrucción de los procesos modernos de reconocimiento y liberación que nacen de los tres pilares de la modernidad: Razón como instrumento de control de la historia y de la vida de los hombres, Historia como progreso constante meliorativo y el hombre como Sujeto de su vida y su futuro (Pérez Andreo 2011: 67-109). Estos pilares de la modernidad, utilizados para acabar con el régimen medieval y el poder de la aristocracia, también podrían ser utilizados por las clases populares como instrumentos para derrocar a la burguesía, de ahí su desconstrucción progresiva en la posmodernidad. No podemos obviar la relación con la economía. Por eso, hay un vínculo con el proceso neoliberal del capitalismo, que pasamos a analizar.

(To be continued...)



[1] Cuando hablamos de madurez no lo hacemos desde una perspectiva de cumplimiento o plenitud, sino antes bien como la deriva inscrita en los procesos modernos, deriva que ha sido, en general, negativa, pues ha permitido la construcción de una realidad imperial  unitaria que la modernidad impedía por su propia consistencia: nacida de la Europa medieval, la modernidad estaba grávida de pluralismo y diversidad, mientras que la realidad imperial requiere un cierre monolítico para asegurar el poder.

Pérez Andreo, Bernardo. 2011. Un mundo en quiebra. De la globalización a otro mundo (im)posible. Madrid. Catarata.
Sánchez Bayón, Antonio. 2016. Religión civil estadounidense: auge de un pueblo elegido y su crisis actual. Madrid. Sindéresis.
Voas, David and Mark Chaves. 2016. «Is the United States a Counterexample to the Secularization Thesis?», American Journal of Sociology, 121, nº 5: 1517-1556.

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