viernes, 24 de enero de 2014

"Podemos": el fantasma de la impotencia.

Allá por octubre de 2012, hace casi un siglo, escribía en este espacio que el nuevo fantasma que recorría Europa era, no el del comunismo, sino el de la impotencia. Y decía entonces, hace casi un milenio, que la inoperancia más burda y la desidia mortal se habían apropiado de nuestras conciencias, tornando imposible cualquier atisbo de respuesta ante el ataque más bárbaro cometido nunca contra los pueblos del occidente civilizado. Sin embargo, razonaba en el eón pasado, había algún indicio de que el paciente mantenía las constantes vitales y que, con alguna terapia de shock quizás podríamos recuperarlo. Creo que no iba mal encaminado. Hoy es probable que aquellos razonamientos antediluvianos puedan empezar a tomar realidad en la única realidad real, no en la de aquellos que se dedican a predicar la jauja de todas las soluciones a los cuatro vientos. Como la crisis no ha terminado, ni nunca terminará, pues se trata de un vector estructural de la forma de vida sobre la Tierra, todavía queda tiempo, quizás lo único que nos queda antes del fin, para empezar a ver que sí, que efectivamente podemos, siempre que queramos, como tan finamente añade Alba Rico a la iniciativa liderada por Pablo Iglesias Turrión.

No es por aquello de "ya lo decía yo", pero es que ya lo decía yo; estamos necesitados de una nueva conciencia que nos permita creer, sí creer, que podemos cambiar las cosas, que lo que vivimos es fruto de una estructura en la que participamos y que solo con nuestro consentimiento, tácito o no, se puede llevar a cabo. Que los poderosos lo sean no es fruto de una fatalidad histórica, tampoco de una circunstancia meteorológica; los poderosos han sido constituidos como tales gracias al consentimiento de los gobernados, de los expoliados, de los sometidos, de los exclaustrados de sus conciencias. Los poderosos lo son porque muchos han dejado que les arrebaten su poder. Los poderosos son empoderados. Solo hay poderosos porque se lo consentimos, por una pura y simple dejación de funciones de la dignidad humana. En puridad matemática, nosotros somos más y somos mejores, pero ellos han conseguido que creamos que ellos son los mejores, los buenos, los que todo lo merecen. Nosotros les hemos puesto ahí y nosotros los quitaremos de ahí, es nuestra obligación. 

Así lo pensé entonces y por eso edité junto con Pedro Amorós De la indignación a la rebeldía. Reconstruyendo las propuestas de salida, Irreverentes, Madrid 2013. Es una obra que cuenta con 18 artículos de otros tantos pensadores de estos momentos, gentes que han visto el problema y que identifican algunas maneras de hacer despertar, de ayudar a parir la verdad que fluye en nosotros, pero que no encuentra el cauce adecuado para llegar hasta las estructuras neuronales donde se fraguan las ideas que mueven el mundo. Desde Galeano a Taibo, pasando por Alba Rico, Anguita, Fernández-Savater, Critchley, Beauvois, Zizek o Majfud, hacen su propuesta de comprensión de lo que vivimos y de sus posibles salidas. Estos y otros más que no he citado, participamos en un volumen colectivo que quería generar los espacios de pensamiento que nos permitan sentir que, efectivamente, podemos, si queremos. Y entonces llegó la propuesta.

Liderados por el profesor de Ciencia Política de la Complutense, Pablo Iglesias, llega una plataforma de personas, de ciudadanos, de gentes dueñas de sus conciencias que pretenden abrir una ventana para una oportunidad. Podemos no es una partido político, se postula como una herramienta, un nuevo discurso del método para perplejos, una guía de almas descarriadas que nos permita volver a creer en nuestras posibilidades, sentir que el mundo es razonable, que la realidad puede ser amable, que nuestras vidas valen y mucho. Podemos pretende que la partitocracia deje paso a la democracia real en la que los ciudadanos decidimos quiénes y cómo nos representan, sin pasar por el cedazo de las cúpulas corruptas de los aparatos orgánicos. Se trata, en suma, de recuperar la democracia, esa que los poderosos han secuestrado con nuestra anuencia y nuestro constante acato de las leyes aplicadas arbitrariamente. La democracia no es votar, pero en esta democracia hay que ganar las elecciones para cambiar las estructuras y eso es lo que pretende Podemos, ganar las elecciones con métodos democráticos para modificar democráticamente la estructura política. La simple lectura de su manifiesto debería hacer que todo el mundo que se llama demócrata lo suscriba. No es nada más que el simple sentido común democrático: poner los derechos por delante de los beneficios, primar el bien  común frente al lucro privado. Eso y nada más que eso sería suficiente para que cualquier partido lo apoye, pero no lo harán porque es la muerte de los partidos tal y como los conocemos y el nacimiento de una verdadera ciudadanía adulta, madura y responsable de su propia existencia.

Sin embargo, nada les he oído ni leído sobre lo que es realmente urgente y necesario: acabar con el capitalismo, verdadero cáncer de la humanidad. Quizás porque no quieren "asustar" a nadie, o perder demasiado tiempo en discusiones vacuas sobre el comunismo y sus crímenes, pero eso deberían decirlo claro, porque si nos organizamos no es para que los poderosos sigan siéndolo, o para que los botines de turno mantengan sus fortunas en paraísos monetarios. No, si nos organizamos es para acabar con todo eso y construir una realidad social donde todos los seres humanos podamos vivir con la dignidad propia de lo humano, sin tener que mendigar pan, casa o trabajo. 

Sé que se definen como una "herramienta" y que por definición una herramienta es algo ambiguo; un arma puede servir para matar o para proteger. Pero, también es cierto que lo importante de la herramienta es el brazo que la empuña, la cabeza que la guía y el corazón que la impulsa y necesitamos que ese corazón sea valiente y esa cabeza despierta para contemplar el verdadero mal que nos aqueja. Sí, claro que podemos, pero como bien dice Alba Rico, ¿queremos? No hay que engañarse, es muy difícil, pero no hacer nada es, directamente, el suicidio, moral y físico.

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