martes, 28 de enero de 2014

"El aborto es sagrado"

Lo sagrado y lo profano son las opciones de división de lo real en las tradiciones religiosas desde que el hombre es hombre. Se entiende que hay un ámbito que está más allá del uso de los hombres y que por tanto es "sagrado", es decir, separado de la experiencia habitual. Así, es sagrado un tiempo, como puede ser el de los ritos; es sagrado un espacio, como el espacio de los templos; o es sagrada una persona, como el sacerdote. Sagrado es todo aquello que es separado del ámbito habitual de la vida y resulta indisponible. Lo sagrado requiere de cuidado, de culto, y de respeto, casi de temor, un temor reverencial que impide juzgarlo o someterlo. El ámbito de lo sagrado deviene así una realidad superior que domina y juzga la realidad humana normal, el ámbito de lo profano.

Lo sagrado tiene estas características:

1. Es hierofánico: se muestra mediante manifestaciones incontrovertibles que deben ser asumidas y aceptadas.
2. Es fundante de lo real: sin lo sagrado indisponible no hay realidad tal cual.
3. Es numinoso: se muestra con una fuerza que supera al hombre.
4. Es trascendente: su realidad es totalmente otra, no puede ser tematizado.
5. Exige ritos de iniciación: la conversión a lo sagrado se realiza por medio de ritos y se transmite en los mitos.

Al contrario de la opinión de Mircea Eliade, el hombre moderno no es arreligioso, no es un negador de lo sagrado. No, el hombre moderno es el verdadero "homo religiosus". Ha constituido el ámbito de realidad que le permite existir como hombre moderno en lo sagrado. En el mundo actual es sagrado el derecho irrestricto del individuo a actual con plena libertad sin ninguna responsabilidad en sus actos más allá de la penal. Lo sagrado se manifiesta como el espacio libérrimo de la autorrealización individual. Este ámbito de lo sagrado tiene su correlato en una realidad económica independizada de lo moral con unas relaciones económicas divinizadas en el Mercado. Es sagrada la búsqueda del beneficio individual a toda costa; es sagrada la autorrealización de los individuos como átomos sociales; es sagrado el rito por excelencia de la modernidad: el consumo desaforado; es sagrada la voluntad individual. Lo sagrado, hoy, se expresa como la indisponibilidad absoluta de la voluntad hedonista. Todo es posible menos la imposibilidad del gozo del yo. La naturaleza, los otros, el otro, los deberes morales, las normas éticas, son realidades profanas que pueden, por ello, ser profanadas. Pero, el gozo irrestricto, la libertad absoluta del individuo, la búsqueda del beneficio y el lucro y la posibilidad de ser mi propio dios, eso es lo sagrado.

En este sentido, efectivamente, el aborto es sagrado. Porque el aborto representa la libertad irrestricta de la decisión individual desvinculada del deber, de la norma ética y de otra realidad que hoy no puede ser aceptada: que yo tengo deberes absolutos hacia los demás, deberes que me individuan realmente, que me hacen ser yo. Dicho de otra manera, yo no puedo todo lo que quiero, yo soy no mi poder, lo que puedo hacer, sino lo que no puedo hacer. Yo no puedo quitarte a ti la vida, no puedo obligarte a servirme, no puedo disponer de tu mismidad. En este no poder se construye la verdadera mismidad. Yo soy todo lo que no puedo disponer del mundo. El ser se construye mediante la renuncia y el abajamiento. El yo está sometido a un ámbito en el que no puede y ese no poder lo dispone para ser. 

El aborto es sagrado, como el fútbol es sagrado, como son sagrados los mercados, como el crecimiento económico es sagrado y como lo son los centros de ocio y compras en la sociedad de consumo. El aborto es sagrado porque supone la anulación de la responsabilidad irrestricta ante lo otro. El aborto es sagrado porque construye al yo solipsista en su mismidad egolátrica y autopoiética. El aborto es sagrado porque nada puede condicionar la libertad del individuo.

El aborto es sagrado, pero la vida es santa. Lo santo es aquello que no está a mi disposición para que yo haga lo que me parezca. Lo santo es mi impotencia ante la otredad, es la manifestación plena de mi ser en el mundo en los límites de una realidad que me precede y con la que he contraído una deuda que solo puedo saldar con la entrega de mi existencia y el don de mí mismo. Yo soy la conciencia de mi responsabilidad con los demás, la aceptación de mis actos como símbolos de una realidad que me supera dentro de mí mismo, una realidad transpersonal de referencia a lo indisponible. Yo soy en la medida de lo santo. Lo demás es el infierno en la Tierra. Cuando el yo se construye a sí mismo sin la referencia a lo santo, el infierno, entonces, son los otros, como tantas veces hemos constatado en la historia.

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