martes, 1 de enero de 2013

Bienvenidos al desierto de 2020

Cada uno puede tener sus motivos para estar feliz, y seguro que todos son ilusiones. La felicidad no es más que un leve estado transitorio entre el tedio y la embriaguez, pero hay que agarrarse a él para no sucumbir al desánimo en medio de un mundo en vías de extinción o caer en la borrachera de los sentidos. A veces tengo la sensación de el último romano, pero deseando que acabe ya la farsa y comience de verdad la historia. Todo lo vivido hasta ahora no han sido más que los pródromos de otro mundo realmente posible, siempre preterido, pero al que se accede mediante mucha violencia, como así lo afirmara Jesús en el Evangelio.

2012 ha sido un año muy duro para la humanidad, un año en el que hemos perdido ciertos anclajes que hacían del modelo sociopolítico y económico algo tolerable y que nos daban algo así como una fachada de humanidad. Durante más de sesenta años se nos mantuvo la ilusión, parodia lo llaman algunos, de que la lucha de los hombres por los derechos civiles, sociales y políticos tenía sentido. Mantuvimos la esperanza en que la verdad y la justicia se abren paso, aunque sea de forma tortuosa y dolorosa. Pero 2012 nos ha arrancado la máscara. Como dijera Ricoeur de Marx, Nietzsche y Freud, los maestros de la sospecha, 2012 nos ha quitado la ilusión en la que estábamos inmersos y eso es lo único bueno que ha aportado este año. Ahora sabemos bien que estamos en guerra y que esta guerra acabará en una brutal masacre, una masacre que se extenderá a lo que nos hace humanos: estamos ante la muerte del hombre, no solo ante el fin de una forma de vivir lo humano.


El modelo económico no puede sobrevivir sin destruir lo que queda de naturaleza y de humanidad. No puede seguir un paso sin arrojar al abismo en cada uno de ellos parte de lo que nos hace humanos. El modelo actual ha puesto a sus hombres a trabajar para hacer de este mundo el lugar más horrible jamás imaginado: más horrible que los campos de exterminio, más horrible que las mazmorras de la inquisición, más horrible es el mundo de la mentira estatuida y de la farsa por principio. A veces me avergüenzo de haber creído durante dos días la milonga del 11 de septiembre, pero si yo mismo caí un tiempo, aunque breve, por qué no van a caer todos los demás de forma indefinida en una estrategia tan burda como pueril de engaño y felonía.

En fin, 2012 sí supone el fin del mundo, el fin de una forma de entender el mundo, el fin de una forma de luchar por él, el fin de una manera de vivir y de convivir, el fin de una época, el fin de una sociedad. El mundo, tal y como lo conocimos, ha acabado, ahora empieza la no vida, la no humanidad, la barbarie establecida. Bienvenidos al desierto de lo real, bienvenidos al mundo del 2020.

Con todo se me olvidaba compartir una cierta alegría: son más de 100.000 visitas en el blog desde abril de 2009. Gracias a todos los que lo seguís y aportáis con vuestros comentarios.

4 comentarios:

checha dijo...

Comienzo y fin se tocan, Bernardo, y no serás tú, no seré yo, quienes nos aparquemos en el fin sin buscar el más recóndito arco iris.
Y ahí estará, esperándonos, con su correspondiente fin.
UN ABRAZO. TE DESEO TODO LO MEJOR

checha dijo...

Y mi más sincera enhorabuena por lo de tu blog. Escucharte y comentarte es un verdadero placer, para mí y para muchos.
GRACIAS POR DEDICARNOS TU TIEMPO

Winibal dijo...

Bueno... no todo está perdido...siempre nos quedan los árboles, como al Barón Rampanate de Italo Calvino. Recuerda que en ese libro, Cosimo, con 12 años, encuentra que su absurdamente ambicioso padre, su autoritaria mujer, sus insustanciales hermanos y su dormitante preceptor conforman un panorama desolador para su creatividad rebelde, y decide exiliarse de ellos al único lugar donde es posible sustraerse de su influencia: los aires. Vivir en los árboles supone una ventaja de perspectiva. Se ven antes los males y las bondades del statu quo, y se intuyen con más facilidad las soluciones. Calvino nos invita, a abandonar la óptica tradicional y los complejos y adentrarnos sin manías en las soluciones, en nuevos caminos que desemboquen en una vida mejor.
Nos queda un año por delante para la desobediencia, también lo dijo Calvino:

“La desobediencia cobra sentido sólo cuando se convierte en una disciplina moral más rigurosa y ardua que aquella contra la que se rebela”

Buen desierto, Buen año

Bernardo Pérez Andreo dijo...

El desierto es un lugar de purificación, de encuentro con uno mismo, de búsqueda de lo esencial. Sin embargo, no es este el sentido que, por desgracia, tiene para mí en estos tiempos. El "desierto de lo real" es la expresión que Morfeo utiliza en Matrix cuando explica a Neo cómo es el mundo en ese momento y también es el título de una obra de Zizek. Por desgracia, cada vez se parece más el mundo a ese realidad que no queremos ver.

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